lunes, 20 de febrero de 2012

ESPE MARTÍN - 3ºGES

Lo primero que destacaría de esta experiencia es que hemos desechado por completo nuestros prejuicios acerca de la cultura marroquí. La seguridad y el respeto y por parte de las mujeres y hombres de allí ha sido absoluto. El trato que nos han dado ha sido muy bueno y me he sentido muy bien acogida por la gente de Marruecos.
 
En segundo lugar, me impresionaron las condiciones de vida de la infancia allí. Hay mucha mendicidad, las niñas de uno de los proyectos vivían en unas condiciones bastante mejorables y tenían poco, pero aún así te ofrecían lo poco que tenían. Nosotros llevamos ilusión a los proyectos con nuestra simple visita y como me ha comentado uno de los voluntarios del proyecto del barrio de Birchifa, con el que estamos manteniendo el contacto a través de Facebook, les hemos aportado "mucha ilusión y ganas de dar más y de seguir", y eso me hace sentirme capaz de cambiar el mundo sólo con mi actitud de interés, que no es todo, puesto que debe ir acompañada de acciones concretas, pero que es importante.

Poder seguir conociéndole, conociendo su cultura e intercambiando opiniones, formas de ver las cosas, conocimientos y recursos es algo que NO TIENE PRECIO.
 
Por otro lado, el contraste entre nuestras ciudades y zonas rurales y las de allí ha llamado mucho mi atención también. Es evidente que allí no cuentan con los mismos recursos con los que contamos aquí y me ha hecho sentir muy afortunada por todo lo que tengo y porque me puedo permitir participar en experiencias de este tipo, tan enriquecedoras como profesional de la Educación Social y como persona. Es impactante darse cuenta de la enorme diferencia que supone nacer unos pocos kilómetros más al norte o al sur.
 
Para mí es una prioridad, aún más que antes si cabe, concienciar sobre las realidades que hay en el mundo y que desconocemos o ante las que estamos ya prácticamente insensibilizados o acostumbrados. Cada vez tengo más ganas de colaborar con proyectos en otros países y tener contactos de este tipo es muy útil y sobre todo, nos motiva.
 
La motivación es lo que nos hace falta a los estudiantes universitarios en muchas ocasiones. No aprovechamos lo que tenemos y eso es algo que he aprendido y que voy a tener muy en cuenta en adelante. Al visitar el cuarto proyecto en el barrio de Birchifa, propusieron a las personas voluntarias que llevan el proyecto que nos hicieran alguna pregunta. Las palabras de uno de ellos fueron: "Yo sólo quiero deciros que qué suerte tenéis". Un chaval de 23 años cuyo sueño, según me ha contado, es formarse en universidades europeas y trabajar con niños de todas partes del mundo, que de forma autodidacta estudia idiomas, antropología y muchas otras disciplinas y que sueña con recibir la formación que a veces tan poco valoramos nosotros.
 
Otra de las cosas que he aprendido es que tenemos que aprender a utilizar los recursos de los que disponemos a nuestro alrededor. En nuestra ciudad contamos con muchos recursos que nos facilitarían llevar a cabo muchas iniciativas. Necesitamos descubrirnos que somos capaces de cambiar nuestro mundo, al menos el más cercano, si realmente nos lo proponemos y que debemos sacar lo mejor de nosotros mismos, saber qué somos capaces de hacer y de qué forma podemos ayudar mejor a los demás, qué cualidades tenemos y principalmente, debemos aprender a ser más generosos.

Me ha llamado mucho la atención descubrir el enorme interés que las personas de los proyectos tienen por recibir formación. Me encantaría ser de utilidad para ellos en este sentido en un futuro.
 
En definitiva, nunca jamás olvidaré lo aprendido en este viaje. Tanto las fotos como la información que estoy recopilando y que fui apuntando durante el viaje y sobre la que ahora estoy volviendo a reflexionar me están ayudando a interiorizar una experiencia tan valiosa. Nunca jamás pensé que estudiar esta carrera en la Pablo Olavide podría cambiarme tanto, que viviría experiencias tan relevantes en mi formación como profesional y jamás imaginé que en la Pablo Olavide hubieran profesores tan implicados en dar una formación de tal calidad a los alumnos y tampoco que la universidad Pablo Olavide, a través de los órganos correspondientes, financiara proyectos de este tipo. Por tanto, puedo decir que me siento orgullosa de ser estudiante del Grado de Educación Social en la universidad Pablo de Olavide y que experiencias de este tipo deben pasar a formar parte de los planes de estudio y ser de carácter obligatorias.
 
Nunca dejaré de sentirme agradecida por la experiencia, como seguro que tampoco lo harán mis compañeros y compañeras. GRACIAS.



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