UNA SONRISA PARA
SIEMPRE
Primero me
gustaría agradecer a mi profesora Rosa Mª Rodríguez Izquierdo la gran
profesionalidad y el diseño de un proyecto que seguro que quedará en las
retinas de todos nosotros para siempre. También agradecer a los profesores que
nos acompañaron su entusiasmo y participación, cómo apoyo al viaje. A la
asociación Codenaf, ya que ha sido impulsora y gran colaboradora para poder observar
y vivir todo lo que hemos hecho en estos días. Y por último, y no con menos
importancia, a la Universidad Pablo de Olavide por financiar y creer en el
proyecto tanto como Rosa.
Cuando nos
pidieron que redactáramos unas líneas sobre lo que más nos había gustado del
viaje intenté reflexionar sobre ello, no encontré un solo momento el cuál no
haya disfrutado en éte. Cuando regresamos a Sevilla, decidí volver a casa
caminando para poder reflexionar sobre esta pregunta, mientras iba paseando por
la calle pensaba sobre ello y verdaderamente no puedo inclinarme a tan sólo un
solo momento.
Desde el momento
que me comunicaron que había sido preseleccionada para el viaje, los nervios
florecieron en mí, ya que era algo que soñaba desde que empecé a formarme en estudios
relacionados con el campo social, y de eso hace ya unos cuantos de años.
En mi vida he
tenido pocas oportunidades de viajar, por motivos familiares y profesionales,
por lo que este viaje suponía un gran reto para mí, suponía un gran cambio en
mi vida y aunque sé que parece exagerado en estas líneas, considero que el
viaje ha sido una de las mejores cosas que me ha pasado, pero no por el hecho
de viajar, sino por la oportunidad de conocer, aprender y ver todo lo que allí
nos han mostrado, tanto riqueza cómo pobreza, tantas ganas de seguir trabajando
con mínimos recursos, ganas de vivir.
Luego tras mi
experiencia, en prácticas, con Accem, surgió en mí multitud de inquietudes, ya
que el campo de la inmigración era algo que llamaba mi atención, pero hasta
aquel momento sólo de forma teórica, por ello cuando en el ciclo superior nos
dieron a elegir centro de prácticas, yo estaba convencida de que mi elección
sería la más beneficiosa para mí, no me equivoqué.
Volviendo al
viaje, tan sólo con llegar a Algeciras ya estaba emocionada, ya que en el
puerto pudimos observar cómo hombres musulmanes realizaban sus rezos.
Cuando
traspasamos el estrecho empecé a fijarme en el paisaje, en la nueva orografía
de aquel país que tanto llamaba mi atención. Desde ahí hasta el momento de
volver a subir de nuevo al barco y con regreso a la península, todo me fascinó.
Impactante sería
un buen adjetivo para describir la sensación que se ha producido en mí,
curiosidad, entusiasmo, humildad, ganas de seguir aprendiendo sobre el campo de
la inmigración.
Todo me ha
encantado. Considero primordial el trabajo ejercido por los profesionales y
personas insertas en los diferentes proyectos que hemos visitado, ya que se
puede ver con ellos otra realidad totalmente diferente. En Marruecos hay una
gran esencia guardada en todas esas personas que decidieron encauzar su vida a
la ayuda y atención de las personas más desfavorecidas. Esas personas han
demostrado ser grandes profesionales y que no hace falta grandes recursos para
empezar un nuevo proyecto que atienda a aquellos indefensos, o que fomente las
capacidades y virtudes de todas aquellas personas que por cultura y profesión
están en sus casas a cargo de una familia, cómo pudimos ver en las mujeres que
recolectaban plantas en Zinat.
Colorido por sus
calles, mercaderes vendiendo sus productos, personas dispuestas a ayudar en
todo, humildad en sus ciudadanos. Todo me gustó.
También me
sorprendió la seguridad del país. Ya nos habían comentado que Marruecos es un
país muy seguro, pero hasta el momento en el cuál no estás allí no observas la
gran cantidad de policía y de personas dedicadas a la salvaguardia de los
ciudadanos.
Me impactó mucho
el proyecto de las niñas de la zona rural de Tatoff que pese a las grandes
barreras que dificulta la educación de estas niñas, haya tanto entusiasmo por
la formación en ellas. Además pudimos observar que había niñas con
discapacidad, lo cual aumenta aún más la revalorización que esta pequeña tiene
en recibir la educación, de la cuál muchas otras están privadas.
Otro proyecto al
cuál se debe reconocer su labor, es el llevado por unos chicos marroquíes en la
ciudad de Tánger. Su iniciativa era ofrecer otra salida a todos aquellos niños
de la zona y de la calle que quisieran acudir a la asociación, y lo están consiguiendo.
Me sorprende el
entusiasmo con el que estos grandes profesionales trabajan, teniendo los
mínimos recursos y sin formación “reglada” certificada, digo esto porque nos dejó
fascinados con los conocimientos demostrados.
La casa cuna,
también es un gran trabajo. Es una oportunidad de vivir para todas aquellas
niñas y niños cuyas familias les es imposible cuidar de ellos.
Todo el proyecto
en sí me ha encantado y de nuevo dar las gracias a Rosa por ofrecerme la
oportunidad de conocer un mundo tan diferente cómo familiar.