Antes de partir rumbo
al Norte de Marruecos mi conciencia estaba repleta de prejuicios hacía las
personas de origen marroquí, independientemente de cursar la carrera de
educación social. La razón de ello era dejarme influir por la sociedad que me
rodea antes de comprobarlo por mi propio juicio. Desde la experiencia vivida a
lo largo de estos cuatro días en este País,
puedo decir que se me ha desmontado toda una serie de ideas que mi mente
tenía acerca de estas personas marroquíes. Por ello he de señalar, que con este
proyecto he podido percibir una realidad distinta a la que nuestra comunidad
nos muestra sobre esta cultura, la cual me ayudará para creer más en mi futura
profesión y poder realizar proyectos en los que realmente creer y dar a conocer
así a mi entorno.
Uno de los prejuicios
con los que iba era la seguridad, ya que cada vez que le comentaba a alguien de
mi entorno que iba a realizar un curso en Marruecos, todos me decían que lo
pensara bien que era un país inseguro. Estos discursos me suscitaron temor, sin
previamente haberlo sentido, pero el hecho de que todos mis parientes y amigos
cercanos me lo dijesen me hacía dudar de mí misma. Sin embargo, mi decisión fue
seguir adelante con el proyecto y no dejarme influir por las opiniones de los
demás. Mi grata sorpresa fue cuando al bajar del autobús todos los miembros del
grupo y dispersarnos el mismo, encontrarnos bajo la presencia de la policía
secreta. Ello se debe a que velan por la seguridad del turista ya que es la
segunda fuente de ingresos de este país, siendo la primera la agricultura.
Finalmente me gustaría
concluir este relato añadiendo algunas anécdotas más vividas en el Norte de
Marruecos como, que al ser un grupo grande, el cual formábamos jaleo e íbamos
vestidos con nuestros atuendos sin incluir por ejemplo el hijab de las chicas
que normalmente todas usan allí por su religión, no nos llamaron la atención en
ningún momento y nos recibieron con una sonrisa, adaptándose a nuestra cultura.
Otra situación que me llamó bastante la atención, fue en un bar en el que
observé cómo el camarero que nos atendía evitaba mirarme a los ojos por ser
mujer, hecho que no aprecié en el resto de hombres de origen marroquí.
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